Saturday 29 January 2011

La partida.

El día anterior a embarcar quise decir adiós...pero,¿de quién o de qué podría despedirme si los últimos 3 años el trabajo en el Senado me habían apartado de toda mi vida anterior?
Esa noche cogí toda mi ropa de invierno y aquello que consideré útil, empaqueté los documentos oficiales de importancia y los preparé para enviarlos al archivo del banco colonial.
Me gustaría decir que aquella noche de reflexión sentí pena por mi marcha o dudé, pero lo cierto es que lo único que hice fue meditar acerca del viaje.
A las dos ya había acabado con todo y había cerrado la casa. Me senté en la mecedora del porche y miré la tenue luz del Sol, perdido en el infinito.
Por una parte estaba rabioso con mi padre. Yo no quería su dinero ni su posición. Qué me importaban a mi su colonia, su politiqueo, las ganancias...no, yo quería algo más.
Pero por otra tenía miedo. Iba a dar realmente un paso hacia lo desconocido, cuántas probabilidades había de volver con vida?
Jamás me había enfrentado a algo así.

No pude pensar demasiado ya que a las seis en punto, hora de Bruselas, aterrizó mi transporte personal.
El piloto me dejó en la sección privada de la corporación y bajé para reunirme con la presidenta.
-¿Nervioso, Senador?- Me preguntó mirándome por encima de sus lentes semilunares.
-Para nada, hago viajes de este tipo una o dos veces al mes.- Contesté sin saber como responder al hecho de que me tuteara.
-Está claro que eres un tipo difícil de impresionar. Espero que no te disguste la compañía, ya que compartirás estancia, aunque no habitación, con la embajadora de la empresa en el gobierno de E.Indi, la doctora Nhoa. Hum...Por tu expresión veo que no te molesta en absoluto, pero...oh, vaya, ya es la hora!
Una lanzadera oficial aterrizó en el puerto y la presidenta me abrió la puerta y ofreció asiento. Un segurata de la empresa cogió mis cosas y las subió.
-Ah, por otra parte, seguro que querrás trabajo ahí arriba. Según tengo entendido el cumplimiento de tus funciones como sucesor de Stanislaus no te permitió acabar sus estudios. Y seguro que no te vas a conformar con rellenar informes, no. Habla con el capitán y que te presente al conjunto de científicos de la empresa. Ellos y ellas te pondrán deberes.

Me dio la mano, saludó al piloto y se dio la vuelta mientras la puerta se cerraba.
La lanzadera despegó suavemente y en silencio. Por la ventana observé que el cielo al amanecer, de un naranja veteado de morado, pasaba al azul oscuro y después al negro estrellado. La tripulación estaba en silencio y nadie más llevaba equipaje, así que supuse que era el último en embarcar.
Acoplamos en una estructura que no logré identificar ya que desde mi ventana solo veía las nubes, a decenas de kilómetros por debajo de mi.
-Bueno, señorito, le dejamos aquí. ¿Sabrá cuidarse solo?-Dijo el piloto.
-No lo dude.-Contesté empujando mis maletas hacia la puerta, que acababa de abrirse a un pasillo blanco.

La verdad me había dejado helado el extraño trato de la presidenta, y me movía como aturdido, sin saber muy bien si lo que ocurría era real o quizás un sueño muy vívido. Tras un rato vagando por pasillos vacíos, pensé que mejor dejaba de hacer el idiota. Tomé un ascensor a la planta número 36, donde estaban las dependencias de los oficiales y personal especializado, y tras andar durante varios minutos llegué a una puerta verde bien diferenciada de las contiguas.
Era un cuarto muy grande pero sencillo, con varias librerías, dos escritorios y sillones, y una ventana al exterior, por la que veía las lunas. Una puerta en cada costado. Supuse que la cerrada era la de mis aposentos, así que me apresuré a entrar y a encerrarme, ya que no quería molestar a mi vecina aún.
Un cuarto de baño pequeño, una cama grande, otro sillón y escritorio y un tocador junto a la ventana...qué más podía pedir? No esperaba tanto, era casi como cualquier viaje al senado, quitando el compartir la estancia común, que no me parecía del todo mal, porque no conocía a nadie a bordo.
Sonaba "I'm so tired" en el cuarto de mi compañera. "Qué buen gusto"pensé. No oía a los Beatles desde que era pequeño, y la verdad que un disco de ellos era carísimo y difícil de encontrar. Me tumbé en la cama a mirar las lunas escuchando la música. Si, aquello era acariciar por fin la libertad.
Y entonces sonreí con sinceridad por vez primera en casi 3 años.



2 comments:

  1. Siempre los Beatles, Javi...Voy a acabar odiándolos por aparecer everywhere. Equisdé.
    Like it anyway.

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  2. Buena entrada ^^
    Sigue así campeón que lo haces muy bien :)

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