Sunday, 25 March 2012

Sometimes I feel like i can’t even catch my breath.

Many days and nights have passed since the last decision I made:

That I shouldn’t be that worried while going home... but that’s what they said in the seventies: When is the time that a dream has gone wrong when you’re with me? I wish I were back home again.


But there can be no again, no more. I wish the world were a quieter place.

I’m afraid I’ll get used to this lack of morals and this inner solitude until this gibberish outside there...will simply disappear.


Sometimes I wonder why I try to maintain some things...there’s no use on doing that.

Times have changed and I’m kind of out of phase.


I can’t miss you more.

Sunday, 8 January 2012

Nobody said it was easy

Ho saps. Que la gent a vegades s'aclapara massa amb la seua realitat, que s'extenua, que no vol saber res mes d'ella, que vol alliberar-se d'allò que significa. Fins i tot vol pensar que és mes horrible del que en realitat és, que tot els emprenya mes enllà del que realment ho fa.
Eixa gent doncs vol fugir ...cavalcant sobre les seves fantasies.
I que aixó no té massa sentit en el càs que estic descrivint. Potser altres sí. Gent que de veritat ja no troba mes sol·lució que evadir-se completament. Però eixe no és el càs del que parlem avui.
No té sentit perque qué està sempre al costat d'eixes persones al día a día, lluny o prop? fantasia o realitat?
Qui coneix els secrets d'eixa gent, qui sap com calar foc al desig? Qui té les vivències a la mà?... podria continuar però l'evidència ja es fa massa gran en tan sols 4 línies.
Mai no tindrà la fantasia eixa virtut o eixes armes fins que no deixe de ser-ho.

Ha estat molt ingenu per part d'aquells que són la fantasia d'altres, el creure que serien una mica més, alguna vegada.
Sempre triomfen la costum, els anys i el seny sobre la resta de coses en el món d'uns.

Monday, 2 January 2012

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Nunca diré "Eres mia."
Diré "Eres libre, déjame andar a tu lado hasta que nuestros caminos se separen."

Monday, 12 December 2011

Desorden.

Entonces supe qué debía hacer. Cogí las llaves y me puse la cazadora a toda prisa. Salí por la puerta y... sentada en las escaleras, los brazos apoyados en la maleta, me esperabas.
No veía tus ojos, los tapaba tu larga melena de leona y apretabas tus labios cortados.
Me acerqué y tomé tus manos. Tus ojos marrones, llorosos, brillaron al encontrarse con los míos. Te levantaste, te abracé y besé.

Por dentro, comprendía que ese beso y lo que iba a ocurrir inmediatamente entre ambos, era algo que llevaba mucho tiempo esperando suceder... también que cuando yo cerrara esa puerta tras de mí, junto a ti, las sombras del pasado se desvanecerían.
Y desde luego, entendí que cuando cerrara la puerta, ya sin ti, con suerte varios días después, mi vida se volvería de un gris ya casi olvidado, quedaría poblada de añoranza y amargura.
Por una buena temporada.
Pero tomé tus manos y entramos a mi casa sonriendo. Aquel avión al sur despegó con tu asiento vacío.
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-¿Por qué Oslo, por qué tan lejos?- preguntaste inquisitiva.
-Quería empezar de cero, lo dije tantas veces...
-Recuerdas muchas cosas que yo no puedo recordar.
-Eso es que sigues siendo tan despistada como entonces, como yo ya no.- contesté sonriente.
-No, te equivocas. No es así. Mi vida ha dado muchas vueltas desde la última vez que me viste.
-Y sin embargo eres la misma.
Te quedaste seria. Ya no sonreías.
-He cambiado.
-Puede, pero te conocía y te sigo conociendo. Y eres la misma. Más sofisticada, más cansada, más experta, quizá más madura(¿has pensado en crecer más? ¡Más no!). Pero sigo sabiendo quién eres. Te miro a los ojos y te veo como te veía hace 9 años, agazapada, mirándome con recelo como cada vez que te sorprendía. 9 años. Pasé 5 en Afganistán, otros 2 en el resto de oriente, uno en Amiens en casa de Charlotte y otro aquí, y sé que soy el mismo (¿te conseguiste equilibrar?
Yo aún no.).
-¿Por qué Afganistán, por qué tan lejos?
Pensé "debería ser sincero".
-Porque la única guerra que se libraba más cerca era contra ti.
-Hombres, guerras de hombres... en su cabeza, y fuera de ella.
-Frustración, desamor, dolor, desencanto, desesperación. ¿Qué respuesta te convence más?
-Es igual- titubeaste, y te levantaste de mi sofá.- Estos días contigo han sido maravillosos, como cuando teníamos 18 años y éramos unos adolescentes bobos... (y aún lo somos) pero mi avión sale en breves.
-Ah, sí, por supuesto, ¿te ayudo con algo?
-No, ya lo tenía todo listo.
-¿Volverás?
-Sí, sí... si no te importa.
-Claro que no.
-Adiós.
Tibio beso de despedida. Breve abrazo. La puerta se abrió y cruzaste el umbral sin mirar atrás, arrastrando tu maleta. Se cerró.
"¿Por qué la iba a acompañar al aeropuerto?" me dije,"Mejor le ahorro esa vergüenza, su avión sale dentro de 5 horas."
Y no lo pensé demasiado, al fin y al cabo era yo el que se había pasado los años huyendo, huyendo de su pasado.
Y, sin embargo, algo no me cuadraba...

Sunday, 30 October 2011

Ve con cuidado cuando dobles las esquinas.

Justo cuando hago las cosas por las buenas es cuando más peligro tengo.



Saturday, 15 October 2011

My sad cute kitty.

Sin preguntar y mediar palabra, aquel día en que te encontré, pude sentir como me anegaba la tristeza.
Te vi tirada en la calle maleta en mano, con la ropa hecha jirones, herida, sentada en la acera, ida y con la mirada perdida, empañada por las lágrimas. Tu cabellera rubia, brillante y eterna, caía desordenada y enredada. Tus labios blanquecinos y cortados estaban muy lejos de su bella sonrisa habitual. Y aquellas manitas pálidas y delicadas, ahora llenas de suciedad y sangre, eran el blanco de tu iris inmóvil...
Me senté a tu lado. Preferí no hablar para no molestarte, y esperé a que te percataras de mi presencia. No fue así y tus heridas seguían sangrando.
Te cogí la mano. Fue entonces cuando te giraste y el vacío desconsolador que había en tus ojos me golpeó de lleno. A duras penas sí me reconociste, pero no dijiste absolutamente nada.
De normal eras hermosa y radiante, hoy sólo triste, un agujero negro de energía vital. Aclaré la garganta.
- Estoy aquí, sé que es vano consuelo, pero déjame al menos que te lleve a mi casa.

Seguiste mirándome inmutable, pero apretaste casi imperceptiblemente mi mano con la tuya.
Entendí que aquello era un sí, así que te cogí en brazos y anduve calladamente el camino a casa, con tu cabeza sobre la mía.

Te quité esa ropa rasgada, te curé las heridas y vendé las rozaduras. Lavé tus manos trémulas, sequé tus lágrimas y en vano intenté que aceptaras un café y unas galletas.
Tampoco un sedante, ni un antiinflamatorio, nada.
Entonces te ayudé a ponerte tu vestido blanco y te subí a la vieja cama de matrimonio de mis padres. Eras una cosa tan pequeña en mitad de la cama... volvía a llover.
Me quité las zapatillas y me metí a tu lado. Te abracé y apoyé tu cuerpo sobre mi pecho.
Cuando pasadas unas horas apoyaste tu cabeza sobre mi, dejaste de sollozar, te relajaste y finalmente cerraste los ojos, pude alegrarme brevemente, para luego empezar a batallar con la cascada de pensamientos que me empezaba a hundir en mi abismo personal.

Así pasaron varios días, y yo vencí mi propio dolor para cargar con un poco del tuyo. Después de haberte visto en aquel estado, lo demás había pasado a un segundo plano, dormir por velarte y acunarte, estudiar por atender tus heridas, comer por intentar obligarte a comer, salir por quedarme a tu lado mientras estabas sentada, abrazada a tus rodillas en un rincón de mi cuarto...
Al décimo día a medianoche tocaste a la puerta del despacho y entraste andando lentamente.
Tu mirada era triste, pero no estaba perdida en el infinito ni era húmeda. Te habías peinado, perfumado y vestido adecuadamente. Ya no temblequeabas, y tus labios estaban en su lugar, aunque no hubiera sonrisa alguna...
Te acercaste más, me levanté y me abrazaste.
- Gracias, Javi...- susurraste en mi oído.
Sonreí y te dejé marchar tras besarte. No quise saber dónde irías ni qué harías. Ya me lo dirías algún día, al fin y al cabo antes de irte dejaste tu número y dirección en la puerta de mi nevera.
Suspiré, ahora sí podría intentar estudiar bioquímica un poco antes de acostarme.

Wednesday, 12 October 2011

No soy un asesino

Los prismáticos me empiezan a pesar, así que me cuelgo la correa del cuello. Hace mucho frío y me tiembla el pulso. La tundra helada se extiende hasta el infinito.

El silencio también es infinito.
A ratos oigo el viento rozar las copas de los árboles. A ratos a alguno de mis hombres toser.
Los ojos grises, azules, verdes, castaños...fijos en el horizonte.
Me apoyo en el borde de la escotilla, gélida.
Los muchachos son de fiar. Me recuerdan a mis críos antes de que huyeran del viejo continente. Cuando los conocí hacía 4 años en München apenas eran unos malcriados incapaces de atarse los cordones de las botas.

Los que aún me quedaban no sólo eran de fiar sino que eran los mejores de la división, por mucho que dijeran de la “Gross”.
Estaban callados, sin mediar palabra, esperando órdenes, aguardando a un cambio en la rutina.
Mi reloj de bolsillo marca las 5.25, queda poco para el amanecer. Era el momento.
Di dos taconazos en el peldaño y la máquina empezó a ronronear.
Chasquidos de seguros, los otros vehículos arrancando. Los motores Maybach roncaban en mitad de la noche, haciendo huir a los petirrojos de la arboleda cercana.
Los miré volar asustados. Eran el símbolo del regimiento.
El reloj sigue abierto sobre mis guantes. Miro sus ojos. En cuanto escuchó que me llamaban a filas de nuevo, huyó de Alemania.

Era comprensible, en cambio, ella no quiso comprender que era mi deber quedarme.
Cualquier siniestro personaje de las “Schutz” podría haberme sustituido y haber contribuido al empobrecimiento de sus cabezas, más aún de lo que había hecho el gobierno... ¡quemar libros en las calles de Berlín, expulsar (creo)de nuestro país a nuestros mejores técnicos intelectuales y economistas! Por no hablar de las persecuciones y los guetos, inconcebible...

Si lo pensaba fríamente y pensaba más en mí, habría hecho mejor en haberme ido, haber desertado. Mientras, mis viejos amigos aceptaban alegremente trabajar en la Luftwaffe o en la Kriegsmarine para cuidar de los muchachos que marchaban a intentar restaurar el orgullo nacional, ante las arrogantes miradas de americanos, ingleses y franceses que se burlaron durante más de 20 años de nuestra miseria.
Yo al contrario que ellos, no entendía ni entiendo de orgullo patrio, pero sí del propio. No podía rehuir mis responsabilidades.
Tengo 58 años, no pueden quedarme muchos. Mejor aquí en el frente que en medio de las locuras que seguramente ocurren en la patria.
Miro el mapa sobre el casco del carro, aunque está más que estudiado. Las bocas de los cañones rusos que asoman al oeste de unos edificios derruidos están donde apunté que estaban las otras jornadas de observación.

Reconocimiento decía que no había movimiento y que estaban muy tranquilos pensando que no habíamos rodeado su línea defensiva(línea que no había habido que cruzar).
La guerra estaba ya más que decantada, y si los mandos hubieran sido otros, estaba seguro de que hubieran rendido el ejército al llegar a Stalingrad, para al menos intentar mantener la cabeza alta antes de ver Alemania invadida por comunistas incivilizados o norteamericanos sin modales y decencia.
Jamás confesé mis pensamientos ante un superior... la falta de optimismo era castigada por las "Schutz" hasta entre los más veteranos. De esa gente había que salvaguardar a nuestros jóvenes.
-Oberst, estamos listos. En unos minutos abriremos una brecha en sus posiciones, los Panther de la segunda compañía saldrán enseguida.
Miré al teniente y asentí. Otro taconazo y mi Tiger arrancó en dirección Nornordeste.
Con un poco de suerte ese día haríamos un buen trabajo y volveríamos a Alemania a tiempo de no tragarnos el inminente avance del ejército rojo.
En ese supuesto, una deserción dejaría de parecerme tan descabellada, aunque sin duda era bastante más arriesgada que hacía 7 años.
Cerré el reloj y al guardarlo en mi gabardina toqué algo metálico que no era mi Luger.
Saqué la mano y eché un largo trago de mi petaca.