Mundo de fantasía tan real como lo puede ser cuando descubres que otra persona lo comparte contigo. Ese mundo de fantasía puede estar escondido en una breve sensación...
Debía sentirme mal por Raquel, pero no lo hacía, porque la realidad es que en ese momento no me importaba nada más que la desesperada búsqueda de aquello que no tenía nombre aún. Miraba apesadumbrado las calles sentado en bancos en el centro apurando un café. Escuchaba una canción encaramado a la rama de un árbol en el río, soñando con verla a ella misma cantando desde la orilla con flores sobre el pelo. Paseaba por la playa enfadado conmigo mismo por no tener a nadie con quien compartir mis paseos.
Y aún así busqué al mismo tiempo a Elisa, a sabiendas de que ella tampoco satisfaría mi furor y mi incansable voluntad. ¿Qué victoria cabe esperar si ni yo mismo voy convencido a primera línea?
La que habría sido mi promesa de amor estaba aún por revelar, y a pesar de ello era ya una historia alejada y abocada al fracaso. No se le puede pedir maravillas al cerebro de un adolescente, por inteligente que sea, a la hora de interpretar a una mujer. Más cuando él mismo está implicado.
Triste destino espera a las demás, excepto a la deseada, durante mi soltería. ¿Qué podrá distinguir el puro deseo sexual de una estúpida y común obsesión? Posición cruel será la mía.
No quiero ninguna diosa de la belleza, ningún intelecto iluminado. Quiero a la chica de las canciones, la que viene a hacerme cosquillas en el costado en mis noches de insomnio. La que me hace esperarla hasta el amanecer infructuosamente y luego se disculpa por su despiste al haberse pasado la noche ante la ventana equivocada.
Mi error era buscar. Y hacerlo tomando como base todo lo "parecido" a mi(o al menos a mi carcasa), todo lo excéntrico, todo lo arrogante, lo pedante y charlatán. La realidad es que lo útil es esperar y tener los ojos abiertos, porque el día menos pensado unos ojos castaños se dedicarían a curiosear en mi interior y a mi no me importaría dejar mirar, aunque ella fuera muy distinta a mi en apariencia.
Lo siento Raquel, los tuyos no debían verme.
Tras una de esas calamitosas noches de fiesta invernal quisiera poder irme a refugiar en tus brazos hasta el amanecer, pero aún no sé quien eres(pese a todo lo que he escrito sobre ti...¿si lo colgara por toda Valencia, vendrías a mí para sonreírme y decir "¡Javi, soy yo, y también llevo años deseando que me abraces, que me cantes y me ames!" o te reirías de mi locura?).
PD. Y por no leerme a mi mismo, 8 meses después volvería a hacer un estropicio.