Tiro la cazadora y me siento en una esquina de mi cuarto, junto a la ventana.
Suena 505 y aún miro la puerta... Las 4:07, una noche de algún día del invierno pasado que preferiría olvidar.
Para variar no llegaba ni demasiado pronto ni demasiado tarde, se ve que tengo una hora de aburrimiento máximo...vagando por las calles de Valencia zarandeado por el inclemente viento nocturno y enfrascado en las cábalas que a uno le acosan cada vez que vuelve a salir de fiesta antes de tiempo.
En verdad esta ocasión tenía todo el sentido del mundo, y una vez más estaba quejándome.
Me quito las botas y voy al baño, evito mirarme en el espejo al mojarme la cara con agua fría (a qué fin? el ambiente en la calle era gélido, y ni eso había conseguido despejarme), pero acabo haciéndolo y no veo otra cosa aparte del cansancio y la preocupación injustificada de todas esas noches...Ah, y resignación.
"Bobadas" me digo mientras salgo del baño y me acabo de quitar la ropa.
Me pregunté...ella, lejos, donde quiera que esté, qué verá ella al mirarse en el espejo?Acaso lo hace?
Me tiro sobre la cama.
Aún estoy en la calle en mi cabeza, sopla el viento, un viento helado, los gatos miran inquietos a la abstraída sombra en la que me he transmutado, las luces de los coches vuelan aleatoria y confusamente a mi alrededor en un ballet fantasmagórico...y el mundo sigue a su velocidad de espanto mientras yo me hundo, parado en seco.
Durante un segundo dudo de tu existencia, no sé si estás viva, muerta,o en un estado intermedio tal vez...pero no, tú estabas ahí conmigo esa noche.
La persiana está subida y veo con claridad la puerta. Pienso seguir mirándola toda la noche.
...hace frío, estoy solo y te haces esperar, y sí, aún tengo toda la noche por delante. Merece la pena esperar, aunque sólo sea para compartir contigo la cama un rato hasta el amanecer?